3. “El Retorno del Sur”

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3. “El Retorno del Sur”

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Santiago de Chile, abril de 2025.

La bruma matinal aún se posaba sobre la Alameda cuando la noticia sacudió los teléfonos, las radios, las plazas y los cafés: Isabel Allende Bussi, tras ser removida del Senado por un fallo inesperado del Tribunal Constitucional, aceptaba la candidatura presidencial por el Partido Socialista.

La escena se tornó simbólica. Era un lunes gris, con sabor a cierre de ciclo, y sin embargo el PS, desgastado por años de silencios y pugnas internas, decidía encender una chispa vieja, pero no vencida.

Apenas unas horas antes, la remoción de Allende del Senado —por una acusación técnica que ni los constitucionalistas más rigurosos lograban explicar sin sonrojarse— había sido recibida con indignación en círculos amplios de la izquierda democrática. Aunque su rol había sido más discreto en los últimos años, Isabel era, para muchos, el último puente vivo con la épica del siglo XX chileno: su apellido no era solo historia, era un conjuro, un símbolo, una advertencia.

Y ella, que ya había anunciado su retiro silencioso hace tres años, respondió con algo que nadie esperaba: una reaparición. Pero no como testigo, sino como protagonista.

Me quitaron la tribuna, no la voz, dijo con temblor suave en la garganta, en el balcón de la sede del PS en calle París. Su mirada no era joven, pero sí firme. “Acepto esta candidatura no por ambición personal, sino porque creo que aún puedo servir al país con dignidad, serenidad y memoria. A quienes quieren borrar los símbolos, les respondo: aquí seguimos.”

Las redes ardieron. Para unos, era un gesto romántico, casi poético: una mujer de 80 años, levantándose del polvo institucional para ofrecer algo más que gobierno: coherencia. Para otros, una locura innecesaria, un retroceso táctico frente al avance de una derecha rejuvenecida y un Frente Amplio fragmentado por la ansiedad del poder.

Pero algo cambió en ese instante. En medio del cinismo político y el algoritmo, la imagen de Isabel, con una bufanda roja y una foto de su padre en el bolsillo interior del abrigo, recorrió las portadas del mundo. En la embajada chilena en París, alguien alzó una copa. En La Habana, sonrió un anciano en su silla de ruedas. En Valparaíso, jóvenes colgaban banderas con su rostro bordado entre estrellas.

¿Ganaría? Nadie lo sabía. Pero, por primera vez en años, el país parecía dispuesto a mirar más allá del marketing. El futuro inmediato se había vuelto impredecible. Y el pasado, otra vez, hablaba en presente.


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