El Despertar de Isabel

Resumen del capítulo anterior:
En un Chile de futuro inmediato, Isabel Allende Bussi, tras ser removida del Senado por una polémica decisión del Tribunal Constitucional, aceptaba la candidatura presidencial del Partido Socialista. Su retorno encendía las esperanzas de algunos y la desconfianza de otros. Era el renacimiento de un símbolo nacional en medio de la confusión política, un acto que sacudía las raíces mismas del país.
Continuación:
Pero todo era un sueño.
Isabel abrió los ojos sobresaltada.
El sol entraba a raudales por las cortinas de su departamento en Providencia, mientras un zumbido insistente le llegaba desde el living. El televisor se había quedado encendido toda la noche, y ahora en YouTube, el canal 13 transmitía un fragmento urgente:
“Maya Fernández, sobrina de Isabel Allende, confirma: ‘Mi tía tomó la decisión de vender la casa’”.
Isabel frunció el ceño. ¿Qué casa? ¿Qué venta? Todo le parecía una maraña. Su cuerpo sentía todavía el temblor emocional del sueño, como si hubiese vivido en carne propia el fervor de las multitudes. Se acercó a la pantalla. En el recuadro de noticias, además, comenzaba a circular un nuevo escándalo:
“Filtración exclusiva: la PDI intercepta conversación entre Miguel Crispi y su madre, Claudia Serrano. Crispi habría dicho: ‘La Isabel llamó hasta al portero del Ministerio’.”
El estómago de Isabel se revolvió.
¿De qué portero hablaban? ¿Qué Ministerio? La trama era más enredada de lo que podía comprender de inmediato.
Otra alerta noticiosa saltó:
“Recordamos: en 2023, la entonces ministra Antonia ‘Toti Cósmica’ Orellana había defendido tratos especiales diciendo ‘No se trata del portero’, en referencia a la polémica protección del funcionario Monsalve, quien más tarde fue acusado de haber filtrado inteligencia chilena al gobierno venezolano. Esa filtración, se sospecha ahora, podría haber llevado a la muerte del Teniente Ojeda en el exilio.”
Isabel se dejó caer en el sillón, mirando atónita la pantalla.
El país que había soñado salvar, el que la había proclamado como heroína en su visión, era, en la vigilia, un amasijo de traiciones, filtraciones, deslealtades familiares y juegos sucios de pasillo. No había candidaturas románticas, ni clamor popular: solo desgaste, descomposición y sombras.
Mientras la noticia continuaba su curso, las cámaras de un canal comunitario mostraban en vivo las afueras del recinto de la PDI, cerca del Metro Pajaritos. Un pequeño grupo de personas, algunas con banderas chilenas al hombro, hacía guardia.
Entre ellos destacó una joven.
De cabello suelto, vaqueros gastados y una polera clara, caminaba con paso liviano, casi danzando entre los curiosos. Sonreía de forma amplia, luminosa, como quien disfruta la caída de un castillo de naipes que siempre supo podrido.
Se acercó a los agentes de la PDI que custodiaban la entrada. Sin levantar la voz, con una dulzura desarmante, dijo:
—Tienen que ir a buscar al Presidente.
No fue una amenaza, ni un grito. Fue una afirmación suave, tranquila, inevitable.
Los policías evitaron reaccionar, pero la tensión en sus rostros era visible.
En su departamento, Isabel apagó el televisor.
Sabía que la historia no se soñaba: se escribía. Y a veces, se escribía entre sonrisas ajenas y amargas derrotas propias.
Se levantó en silencio. Afuera, Santiago vibraba bajo una marea de rumores, tensiones y expectativas inciertas.
Isabel entendió que, quizás, su tiempo no solo había pasado.
Quizá, también, era parte de lo que debía caer.
[FIN DEL CAPÍTULO]
¿Quieres que ahora sigamos con una escena en que Isabel recibe un llamado secreto (quizá de un periodista, un viejo conocido o alguien del propio PS) que le propone una última jugada?
¿O prefieres que nos enfoquemos en lo que hace la joven que sonreía, profundizando en su papel en la historia?